Comer fruta de la calle
No puedo evitar pensar en la idea de desperdicio cuando veo frutas colgando de los árboles frutales de las veredas de la ciudad que amenazan con terminar podridas en el suelo. Cerca de mi casa hay higueras, moras y plantas de nísperos, naranjos y algún ciruelo blanco.
Según datos no oficiales, en la Ciudad de Buenos Aires existirían más de 5 mil árboles frutales plantados en espacios públicos, con fuerte presencia de árboles de palta, nísperos, limoneros, naranjos, y también ciruelos, moreras, mandarinos y hasta bananos. Es info de gente entusiasta que se reúnen en @laciudadnosregalasabores, pero no hay datos oficiales comunicables. En 2017 la Ciudad arrancó con un censo del arbolado urbano que sigue en veremos.
Hay varios grupos de vecinos que recorren la ciudad haciendo recolecciones urbanas de frutos variados y que, según comentan en las redes sociales, los consumen. Ante las dudas que me despertó el caso, me comuniqué con la cátedra de Frutiorticultura de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires. En particular, hablé con el ingeniero agrónomo Pedro Insausti, que es profesor y también investigador del Conicet. Le pregunto a Insausti si la fruta del arbolado de las calles de las ciudades puede ser comestible. La respuesta: “No lo sé. No existe ninguna investigación al respecto que determine si es o no tóxica”. El ingeniero explica: “En ciudades como Buenos Aires hay una tremenda cantidad de contaminantes en el ambiente, que varían según la zona. No es lo mismo un naranjo que esté en la intersección de las avenidas Avellaneda y Nazca a otro que esté en medio de Parque Chas”, dice comparando un punto con circulación constante de cientos de autos y otro bien recoleto. “Pero además hay contaminantes en los suelos y agentes, como los pájaros, que suman riesgos”, agrega.
Podemos decir, entonces, que la toxicidad está asociada a las posibilidades de contaminación que ofrezca el entorno, y eso no sería fácil de determinar a simple vista para todos los casos. El primer factor a tener a cuenta es la polución generada por los vehículos. “Los contaminantes que están en el aire se depositan sobre la superficie de la fruta, quizás con un muy buen lavado o al pelarla podría volverse comestible”, dice y remarca el “quizás”. En el caso de una fruta fina como la mora, el lavado puede ser solo a partir del remojo, un lavado intenso, la fricción sobre los frutos, los destrozaría.
El segundo factor que marca Insausti son los contaminantes del suelo. “Existe la posibilidad de que en la tierra donde crece la planta haya presencia de mercurio, azufre o plomo, por ejemplo, que llegan con los desperdicios y no se pueden detectar a simple vista. Esos contaminantes pueden ser absorbidos por las plantas y pueden estar en la fruta”, explica.
Finalmente, Insausti menciona un tercer factor. Existe una alta concentración de aves en la ciudad, que picotean la fruta. ¿Qué enfermedades pueden transmitir las palomas o las cotorras cuando comen las frutas? ¿Qué enfermedades puede trasmitir las ratas, que también pueden comer de esa fruta? ¿Es posible contraer alguna de esas enfermedades? Pregunto todo eso y la respuesta siembra dudas: “No lo sabemos. No sabemos nada de la toxicidad de la fruta urbana. Todos los que dan información como cierta es porque tocan de oído. Como no puedo afirmar si la fruta es tóxica o no, más allá de lo que pueda suponer, recomendaría que no se consuma”, cierra. Pucha.